La mejor historia de conversión es la nuestra propia

Cada testimonio es único, pero todos reflejan el poder transformador del evangelio.

Siempre me fascinan las historias de conversión de los miembros de la Iglesia. Me gusta escuchar cómo conocieron al evangelio y su camino para obtener un testimonio personal de su veracidad. He escuchado muchas historias de conversión, y cada una es única. Para algunos, aceptar el evangelio fue una decisión fácil; para otros, tomó más tiempo y varias visitas de misioneros. Pero sin importar cuán diferentes sean estas historias, hay algo en común entre todos los conversos: la felicidad que viene con la decisión de bautizarse.

Salt Lake City, Utah. EE.UU.

Mis padres aceptaron el evangelio antes de que yo naciera, así que crecí como mormona. Me resultaba fácil creer y aceptar todo lo que me habían enseñado durante mi vida y hacer las cosas que hacen los mormones, como asistir al seminario y no tomar café, etc. Todo se vuelve algo natural. Sin embargo, llegó un momento en que comencé a hacerme preguntas y a cuestionar. Y fue entonces cuando comenzó mi propia historia de conversión.

Mi historia de conversión es muy sencilla. Comenzó cuando empecé a leer el Libro de Mormón. A diferencia de otras historias que he escuchado, la mía no involucró visitas de misioneros ni sueños ni visiones. Obtuve un testimonio del evangelio al leer, meditar y orar sobre el Libro de Mormón, y ese testimonio creció a medida que cumplía las promesas que hice al Señor. No hay nada dramático en mi historia, pero ha sido tan transformadora como cualquier otra. Me ha fortalecido en tiempos difíciles y me ha dado consuelo cuando todo en la vida parecía oscuro. El poder de una conversión no se mide por cómo ocurrió, sino por cómo ha cambiado la vida de una persona.

Aunque nuestras historias de conversión sean diferentes, todos los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días hemos recibido un testimonio del evangelio de Jesucristo, y esa es la razón por la cual seguimos viviendo nuestra fe. Es la razón por la que hacemos lo que hacemos. Ha traído gran felicidad a nuestras vidas, y por eso queremos compartirlo con los demás.

Salt Lake City, Utah. EE.UU.