Los miembros de la Iglesia de Jesucristo hablan del Plan de Felicidad todo el tiempo. ¿Pero qué significa en realidad? ¿Nuestra felicidad ya está planeada desde el principio? Además, solo los miembros de la Iglesia de Jesucristo hablan de esto. ¿De dónde obtienen, entonces, esta doctrina del Plan de Felicidad?
Los Santos de los Últimos Días (también conocidos como miembros de la Iglesia de Jesucristo) creen que el Padre Celestial ha preparado un Plan de Felicidad, que provee el camino y los medios para que todos Sus hijos espirituales obtengan la salvación y reciban la vida eterna. Todo ser humano que ha nacido en la Tierra es un hijo de Dios, así que, ya seas miembro de la Iglesia de Jesucristo o no, eres parte del Plan y éste está disponible para ti.
Antes de nuestras vidas en la Tierra, nuestros espíritus vivían con Dios. Sin embargo, para que pudiésemos progresar y alcanzar nuestras capacidades máximas, era esencial que nuestros espíritus obtuvieran cuerpos físicos y ejercieran nuestro albedrío—la libertad de elegir entre el bien y el mal. Así tuvo lugar la Creación.
Cuando Adán y Eva fueron creados, vivían en el Jardín del Edén en un estado de inocencia. En ese estado no existían las opciones y no conocían la diferencia entre el bien y el mal. No había oposición, pecado, aflicción, sufrimiento ni muerte, hasta que Adán y Eva comieron del fruto prohibido, un evento comúnmente conocido como la Caída. A causa de la Caída, Adán, Eva y toda su descendencia pasaron a ser mortales. La Caída también trajo consigo la muerte tanto física como espiritual para todos los hombres.
En nuestro estado mortal y caído, no podemos volver a la presencia del Padre Celestial a menos que seamos redimidos de nuestros pecados y transgresiones. La Expiación de Jesucristo es el camino preparado para que resucitemos de la muerte física. Y si nos arrepentimos y elegimos seguir a Jesucristo, también podemos resucitar de la muerte espiritual y recibir la vida eterna en la presencia de Dios, nuestro Padre.
Todos estamos sujetos a la muerte. Después de morir, nuestros espíritus entran en el mundo espiritual postmortem hasta el día en que vuelvan a reunirse con nuestros cuerpos durante la resurrección. Entonces compareceremos ante Dios y seremos juzgados de acuerdo con nuestras obras aquí en la Tierra.
Los Santos de los Últimos Días creen que existen tres grados de gloria disponibles gracias a la gracia de la expiación de Cristo—celestial, terrestre y telestial—donde habitarán nuestros cuerpos resucitados. La gloria que obtengamos dependerá de nuestras obras mientras vivimos en la Tierra. Todos, salvo unos pocos que rechacen conscientemente y con pleno conocimiento a Cristo, serán salvos en estos distintos niveles de cielo, porque, como el mismo Jesús dijo, “En la casa de mi Padre hay muchas moradas” (Juan 14:2), y el Padre Celestial sabrá el lugar adecuado para cada alma.
¿Y qué significa esto realmente para nosotros? El Plan de Felicidad fue preparado para que todos los hombres progresen, lo que quiere decir que, si somos fieles, podemos llegar a ser como el Padre Celestial. Todos formamos parte del Plan y nuestro amoroso Padre Celestial desea que todos volvamos a Su presencia.
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