Ser guiados por el Espíritu Santo es uno de los dones más grandes que podemos recibir en esta vida. Pero, ¿cómo sabemos si realmente hemos sentido al Espíritu?
Las escrituras describen sentir al Espíritu como un “ardor en el pecho” y como “nuestro corazón ardía dentro de nosotros” (D&C 9:8, Lucas 24:32). Tener este tipo de sensación debe ser un poderoso testimonio del Espíritu. Sin embargo, no todos han tenido esta experiencia. ¿Significa eso que nunca han sentido al Espíritu?
Es un error común pensar que sentir al Espíritu es únicamente ese “ardor en el pecho”. A veces podemos sentirnos excluidos o indignos porque nunca hemos experimentado tal testimonio, pero hay más en ese “ardor” de lo que creemos. El élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó que ese “ardor” es en realidad “una sensación de consuelo y serenidad” (Liahona, marzo de 1997, pág. 13). Cuando el Espíritu nos habla, no escuchamos una voz; más bien, recibimos un sentimiento o impresión.
Una joven reflexionando con gozo.
El sentimiento o impresión que recibimos puede ser uno de los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Otras veces, recibimos impresiones que nos persuaden a hacer el bien, a perdonar, a ser justos, a servir a otros, a orar y a ser más como Cristo. Cuando sentimos un gran cambio en el corazón y un deseo de obedecer los mandamientos, o cuando tenemos preguntas y repentinamente llegan ideas a nuestra mente que iluminan nuestro entendimiento, es el Espíritu hablándonos. Cuando estamos desanimados y sentimos un suave consuelo, que todo saldrá bien y será para nuestro bien, es el Espíritu calmando nuestra alma. Todo lo que nos impulsa a hacer el bien y a seguir al Señor Jesucristo proviene del Espíritu.
Una impresión del Espíritu no llega como un rayo o un fuerte trueno; más bien, llega de manera sutil y pacífica, a veces sin ser reconocida. Si no estamos atentos, esas impresiones sutiles pueden ser ahogadas por las voces del mundo que llaman nuestra atención. Es importante mantenernos receptivos a esas impresiones cuando llegan, ya que están destinadas a instruirnos y guiarnos.
Aunque entender el lenguaje del Espíritu es muy importante, también lo es comprender que sentir al Espíritu requiere preparación personal. Esta preparación incluye obedecer los mandamientos de Dios, esforzarnos por mantener nuestros pensamientos y acciones limpios, y tener la disposición de actuar según las impresiones que recibimos. Usar nuestro albedrío también es esencial, porque estamos aquí para actuar y no simplemente para ser actuados. No podemos simplemente esperar que las impresiones espirituales nos digan todo lo que debemos hacer. Muchas veces tomamos una decisión y pedimos confirmación al Señor. Recibir impresiones espirituales no es un proceso pasivo. Requiere esfuerzo y preparación personal.
Por lo tanto, sentir al Espíritu ocurre de diferentes maneras. El secreto para saber si hemos sentido al Espíritu es conocer las formas en que el Espíritu nos habla.
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