Cómo la Oración Nos Conecta con Nuestro Padre Celestial

Debemos orar con un corazón humilde, dispuestos a someternos a Su voluntad y repetir las palabras de Jesucristo: “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).

En el himno de la Primaria de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, La oración de un niño, se nos enseña que el cielo siempre está al alcance a través de la oración:

Salt Lake City, Utah. EE.UU.

Padre Celestial, ¿de verdad estás ahí?
¿Y escuchas y respondes la oración de cada niño?
Algunos dicen que el cielo está muy lejos,
pero yo lo siento cerca cuando oro.

Padre Celestial, ahora recuerdo
algo que Jesús dijo a los discípulos hace mucho tiempo:
“Dejad que los niños vengan a mí.”
Padre, en oración vengo ahora a Ti.

Ora, Él está ahí;
Habla, Él te escucha.
Eres Su hijo;
Su amor ahora te rodea.
Él escucha tu oración;
Él ama a los niños.
De ellos es el reino, el reino de los cielos.

Este himno no solo se aplica a los niños por su edad, sino a todos los hijos de nuestro Padre Celestial. Desde que Adán salió de la presencia de Dios, se le mandó: “invocar a Dios en el nombre del Hijo para siempre” (Moisés 5:8). Desde entonces, la oración es el medio sagrado por el cual podemos hablar con nuestro Padre Celestial.


¿Cómo debemos orar?

Las escrituras nos enseñan que debemos orar al Padre Celestial en el nombre de Jesucristo, ya que “nadie viene al Padre sino por [Él]” (Juan 14:6). Debemos orar con humildad, con un corazón dispuesto a aceptar Su voluntad, como lo expresó el Salvador: “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). También debemos tener un corazón arrepentido, confesando nuestros pecados al orar.

Además, nuestras oraciones deben ser sinceras y con intención real. Podemos expresar gratitud por nuestras bendiciones o pedir guía y dirección, y actuar conforme a las respuestas recibidas. Jesús enseñó: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento y, cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6). No oramos para ser vistos por los demás, pero sí podemos orar en grupo con nuestras familias, congregaciones y amigos. Podemos orar en silencio o en voz alta.


¿Por qué y para qué debemos orar?

Orar es una forma de expresar gratitud por nuestras muchas bendiciones, en especial por el Plan de Salvación y la Expiación del Salvador. También oramos cuando necesitamos consuelo, dirección, claridad o fuerza. En el Libro de Nefi se nos enseña: “…todo lo que [pidáis] al Padre en [el nombre de Jesús], que sea justo, creyendo que [lo recibiréis], he aquí, os será concedido.”

Jesús también enseñó en Mateo: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” El Padre Celestial desea bendecirnos con lo que sea justo y necesario para nuestro bienestar espiritual. No obstante, también se nos advierte en Doctrina y Convenios 88:65 que si pedimos lo que no nos conviene, esas peticiones pueden volverse en nuestra contra.


¿Cuándo debemos orar?

Nuestro Padre Celestial está disponible siempre. Podemos acudir a Él en cualquier momento: al despertar, antes de dormir, antes de comer, al caminar, trabajar o hacer tareas. Podemos orar estando solos o acompañados. Como Santos de los Últimos Días, iniciamos y concluimos nuestras reuniones con oración. No hay un momento equivocado para hablar con nuestro Padre Celestial.


¿Cómo se responden nuestras oraciones?

Dios responde nuestras oraciones de diversas maneras, de acuerdo con Su voluntad, en Su tiempo perfecto y según nuestras necesidades. A veces sentimos paz al tomar una decisión, otras veces recibimos oportunidades inesperadas. También podemos recibir respuestas por medio de las escrituras, de otras personas, o incluso por medio de mensajeros celestiales.

El Señor dijo en Isaías: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos… Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.” Es decir, debemos confiar en el tiempo del Señor, aunque los resultados no lleguen de inmediato.

Algunas bendiciones llegan como esperamos, otras tardan, y otras solo se cumplirán en la vida venidera. Algunas, sencillamente, no son lo mejor para nosotros, y la respuesta de Dios es “no”. El apóstol Santiago explica: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.”

Pero si nuestros deseos están alineados con la voluntad del Padre, Él nos promete: “Si [permanecéis] en mí, y mis palabras permanecen en [vosotros], pedid todo lo que [queráis], y os será hecho” (Juan 15:7).


Conclusión

La oración nos acerca a nuestro Padre Celestial. No hay oración tan silenciosa que Él no escuche, ni lugar tan distante desde el cual no podamos alcanzarlo. Él nos conoce, nos ama y desea comunicarse con nosotros. A través de la oración, encontramos guía, consuelo y la certeza de que nunca estamos solos.

Salt Lake City, Utah. EE.UU.