¿Servir una misión o no?

La decisión de servir es entre tú y el Señor. Tus amigos, familia y líderes de la Iglesia te darán mucho apoyo y consejos, pero al final es TU decisión y TÚ tienes que tomarla.

Mujer Joven Orando

A las mujeres no se les espera que vayan a una misión y, por eso, me encontré preguntándome si realmente quería ir o no. No era una pregunta sobre mi deseo de servir. Se trataba de elegir entre dos grandes oportunidades.

Salt Lake City, Utah. EE.UU.

Estaba estudiando en una universidad increíble, saliendo con un misionero retornado y viviendo experiencias maravillosas cuando la idea de ir a una misión de tiempo completo vino a mi mente. Siempre he querido servir y lo había estado planeando toda mi vida, pero de repente las cosas cambiaron y me pregunté si era una decisión egoísta no ir. Me asustaba que al elegir un camino estuviera dejando pasar una oportunidad aún mayor que me ofrecía el otro.

Creo que hay muchas personas que se encuentran en la misma situación en la que yo estuve hace algunos años. Es una decisión importante en la vida y sé lo abrumadora que puede ser. Permíteme compartir algunas cosas sobre mi experiencia como misionera de tiempo completo que espero te ayuden a decidir si enviar esa solicitud o no.

La decisión de servir es entre tú y el Señor. Tus amigos, familia y líderes de la Iglesia te darán mucho apoyo y consejos, pero al final es TU decisión y TÚ tienes que tomarla. Recuerda siempre que, sea lo que sea que decidas hacer, el Señor respetará tu decisión. Él quiere que seas feliz, y si estás feliz con tu elección, entonces significa que no tendrás remordimientos más adelante. Desarrollar una relación con el Salvador me ayudó a entender cuánto respeta mi albedrío y me dio el valor para dar ese “salto de fe” y dejar todo atrás para servir como misionera de tiempo completo.

Servir una misión no es para los débiles de corazón. Ser misionera de tiempo completo es difícil. Trabajas todo el día, tienes que hacer cosas que te asustan y constantemente estás siendo llevada más allá de tus límites. Cuando crees que ya lo entendiste todo, te transfieren. Tienes que lidiar con personas difíciles y a veces esa persona es con quien tienes que estar las 24 horas del día. El punto es que no puedes ir a la misión a medias. Es todo o nada. No puedes quejarte o simplemente regresar a casa cuando se pone difícil, porque al fin y al cabo, fue tu decisión estar allí.

¡Rechazo por todos lados! Es humillación y desilusión a un nivel totalmente distinto. Nunca imaginé que la gente podía ser tan cruel. Hay personas que hacen un esfuerzo por hacerte sentir insignificante y no deseada, mientras que otras son más corteses al respecto. También hay quienes actúan como si no existieras, incluso cuando estás justo frente a ellos. La gente es así de interesante, y tienes que estar emocionalmente preparada para ese tipo de experiencias.

Sentirás que tienes trastorno bipolar. Tus emociones alcanzan niveles extremos en el campo misional. Un minuto estás tan feliz porque tu investigador finalmente decidió bautizarse, y al siguiente estás deprimida porque te cancelaron una cita. Es así todos los días. Te vuelves emocionalmente vulnerable y terminas totalmente agotada. Probablemente por eso ocho horas de sueño se sienten como treinta minutos. Pero en serio, experimentas tantas emociones en la misión que llegas a comprender el amor del Padre Celestial y Su capacidad de perdonar y brindar consuelo. Hay momentos en los que sientes que el corazón te va a estallar de felicidad, y son esos momentos los que te ayudarán a superar los días difíciles.

La misión es como la vida en miniatura. Verás y entenderás el plan del Padre Celestial desde una nueva perspectiva. Vivirás experiencias que te enseñarán el significado de la Expiación y su poder para cambiar a las personas. Enfrentarás desafíos que te llevarán de rodillas y te harán cuestionar el propósito de estar allí. Pero también habrá momentos de felicidad extrema que llenarán tu corazón de calidez y amor. Estar en la misión es como experimentar toda la vida de una sola vez, con todas sus alegrías y tristezas. Es abrumador, da miedo, pone los nervios de punta y es maravilloso al mismo tiempo. Es simplemente maravilloso.

No podría decirte todo lo que necesitas saber para tomar tu decisión. Pero espero que, con las cosas que he compartido, entiendas que servir una misión no es algo que se hace solo porque uno quiere. Tienes que descubrir cuál es tu razón para ir. Esa razón te ayudará a superar las experiencias más difíciles en el campo misional. Será tu recordatorio constante de por qué elegiste estar allí.

Salt Lake City, Utah. EE.UU.