Dios el Padre, o nuestro Padre Celestial, es el Ser Supremo, el Creador, Gobernante y Conservador de todas las cosas.
En Mosíah 4:9 del Libro de Mormón, otro testamento de Jesucristo, se declara:
“Creed en Dios; creed que él existe, y que creó todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra; creed que tiene todo poder y toda sabiduría, tanto en el cielo como en la tierra; creed que el hombre no comprende todas las cosas que el Señor puede comprender.”
Él lo sabe todo y es perfecto. Es la personificación de la bondad pura.
Los Santos de los Últimos Días, o miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, creen que el Padre Celestial, al igual que nosotros, posee un cuerpo tangible de carne y huesos. Esto corresponde con la verdad de que “…Dios creó al hombre a su imagen…” (Génesis 1:27), y fortalece la doctrina de que somos literalmente Sus hijos. Nacimos de Él incluso antes de esta vida —nuestra historia en la vida preterrenal. Heredamos un potencial divino y eterno, y Él siempre estará allí para ayudarnos a alcanzarlo.
Dios es un Dios de rectitud. Él es la personificación de atributos divinos como la misericordia, el amor y la caridad. Todas las cosas buenas provienen de Él. Nos dio a conocer Su plan:
“He aquí, esta es mi obra y mi gloria: llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39).
Nuestro Padre Celestial es el Gobernante Todopoderoso y el Gran Padre del universo. A través de Jesucristo, todas las cosas en la tierra y en el cielo fueron creadas. En 3 Nefi 9:15 se declara:
“He aquí, yo soy Jesucristo el Hijo de Dios. Yo creé los cielos y la tierra, y todas las cosas que en ellos hay. Estuve con el Padre desde el principio. Yo estoy en el Padre, y el Padre en mí; y en mí el Padre ha glorificado su nombre.”
Saber que Dios es nuestro Padre amoroso y personal puede bendecirnos profundamente. En el Nuevo Testamento, en Juan 17:3, leemos:
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.”
Nuestra fe en Él puede guiarnos por este sendero estrecho que atravesamos. Podemos tener esperanza incluso en los momentos más desesperados de la historia, y caridad en un mundo sumamente egoísta. Por medio de Él y del ejemplo de Su Hijo, la bondad en la humanidad puede ser restaurada y fortalecida.
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