En el mundo actual, la virtud a menudo pasa desapercibida. Además, muchas personas no comprenden su significado ni su importancia; sin embargo, quienes la buscan con diligencia saben que la virtud viene acompañada del poder del Altísimo.
Una historia en la vida de Cristo donde se hace evidente Su uso de la virtud es la del relato de la mujer con flujo de sangre durante doce años. Los médicos no pudieron sanarla, pero cuando tocó el manto de Jesús, fue sanada. Jesús dijo: “Alguien me ha tocado; porque yo he sentido que ha salido poder de mí” (Lucas 8:46). Este relato nos enseña que, por el poder de la virtud de Cristo, la mujer fue sanada conforme a su fe. La virtud viene con gran poder, pero debemos buscarla.
James E. Faust, mientras servía como Segundo Consejero en la Primera Presidencia de la Iglesia, enseñó: “[L]a virtud en su sentido más amplio abarca todos los atributos de rectitud que nos ayudan a formar nuestro carácter” (Las virtudes de las rectas hijas de Dios, abril de 2003). Todo lo que es justo es virtuoso. Al buscar la rectitud en nuestra vida diaria, también cultivamos las virtudes que poseemos.
El Señor prometió una bendición a quienes viven vidas virtuosas. Esto se describe en Doctrina y Convenios: “Que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente; entonces tu confianza se fortalecerá en la presencia de Dios, y la doctrina del sacerdocio destilará sobre tu alma como rocío del cielo. El Espíritu Santo será tu compañero constante y tu cetro un cetro inmutable de justicia y de verdad; y tu dominio será un dominio eterno, y sin necesidad de compulsión fluirá hacia ti por siempre jamás” (D. y C. 121:45-46). Esta bendición puede ser nuestra si seguimos buscando la virtud, no solo para bendecir nuestra vida, sino también para influir en quienes nos rodean a hacer lo mismo.
La virtud es atacada y menospreciada con frecuencia. Entonces, ¿cómo podemos mantener nuestra virtud? El capítulo 6 del libro de Efesios nos aconseja vestirnos con toda la armadura de Dios: “ceñidos [nuestros] lomos con la verdad; vestidos con la coraza de justicia; calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz; tomando el escudo de la fe, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.” Tener esta armadura completa nos mantendrá a salvo del alcance del adversario, nos ayudará a mantener las virtudes que ya poseemos y nos fortalecerá mientras desarrollamos muchas otras. Al hacerlo, podemos convertirnos en instrumentos en las manos del Señor para socorrer a una mujer enferma, como Él lo hizo.
Que tengamos el valor de ser virtuosos, para que nuestra vida esté de acuerdo con los más altos estándares de moralidad, que nuestra felicidad sea plena y que las bendiciones y el poder del cielo estén con nosotros. Buscar la virtud es buscar la vida eterna y recibir las bendiciones del cielo en el camino.
En este breve video del Canal Mormón, estas jóvenes se mantienen firmes por lo correcto y por una vida virtuosa:
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