Aprender a Confiar en el Tiempo del Señor

Confiar en el tiempo del Señor puede ser difícil cuando nuestros planes no se cumplen. Este artículo enseña cómo rendir nuestra voluntad a Dios y encontrar paz en Su plan perfecto.

Esta frase, a menudo compartida como testimonio por aquellos que han aprendido a esperar en el tiempo del Señor, encierra una verdad profunda. Sus palabras provienen de experiencias reales en las que la paciencia y la fe han sido recompensadas con bendiciones divinas. Y aunque escuchar estos relatos puede llenar el corazón de esperanza, para muchos, aplicarlo a la vida personal no siempre resulta sencillo.

Salt Lake City, Utah. EE.UU.

Existen personas que desde jóvenes aprenden a planificar meticulosamente sus actividades. Les gusta sentirse en control y prepararse con anticipación para asegurar buenos resultados. Sin embargo, la vida frecuentemente recuerda que no todo está en nuestras manos. Hay momentos en los que el control se escapa y se requiere confiar plenamente en el tiempo del Señor.

Este principio se vuelve especialmente real cuando surgen desafíos que contradicen nuestras expectativas. A veces, el empleo ideal no se obtiene, los anhelos familiares no se cumplen de inmediato, o las decisiones importantes parecen quedar suspendidas. La incertidumbre puede nublar la esperanza, incluso cuando se tiene fe en Dios y en Su plan.

Una madre sabia puede recordar a sus hijos las palabras del presidente Thomas S. Monson: “El futuro es tan brillante como tu fe.” Tener fe en el plan del Señor es una cosa, pero confiar en Su tiempo es una prueba más profunda. Esperar no es fácil, especialmente cuando los deseos son justos, rectos y nacen del corazón.

Hay quienes, en medio de su angustia, se han dirigido al Señor con súplicas sinceras, preguntando si acaso sus anhelos no son dignos de cumplimiento. En esos momentos, la revelación puede llegar a través de discursos inspirados. En uno de ellos, la hermana Neill F. Marriott enseña:

“He luchado por dejar de lado el deseo mortal de que las cosas se hagan a mi manera, y finalmente comprendí que mi forma es tan deficiente, limitada e inferior a la de Jesucristo. Su camino es el que conduce a la felicidad en esta vida y a la vida eterna.”

Esa enseñanza ofrece una poderosa reflexión: muchas veces el error no está en los deseos, sino en insistir en que se cumplan a nuestra manera y en nuestro tiempo. Confiar en el Señor implica también rendir nuestras expectativas y preguntarle cuál es Su voluntad y plan para nuestra vida y familia.

Quienes han pasado por este proceso, reconocen que incluso cuando persisten las dificultades, la perspectiva cambia. Comienzan a descubrir bendiciones pequeñas pero abundantes que antes no notaban. Tal vez no sean tan visibles como las de otros, pero confirman que el Señor está atento y que nunca olvida a Sus hijos, incluso a los que por momentos pierden la fe.

A lo largo de la vida, muchos deben esperar el empleo correcto, la sanación física o emocional, o el encuentro con un compañero eterno. Padres fieles también esperan, con esperanza constante, el regreso de un hijo al Evangelio. La espera forma parte esencial del discipulado. No siempre es cómoda, pero enseña lecciones sagradas y fortalece la fe en el Salvador.

Dios conoce las bendiciones que desea darnos. Lo hace en el momento justo, cuando estamos preparados. Aprender a confiar en Su tiempo nos acerca más a Él y nos permite disfrutar de una paz duradera que no se encuentra en los calendarios personales, sino en el ritmo perfecto del cielo.

Salt Lake City, Utah. EE.UU.